jueves, 15 de diciembre de 2011

Del lat. vulg. exquintiāre, desgarrar

Capítulo final de El esguince
(Inédito)

(Der. del lat. vulg. exquintiāre, desgarrar).
1. m. Torcedura violenta y dolorosa de una articulación, de carácter menos grave que la luxación.
2. m. Ademán hecho con el cuerpo, hurtándolo y torciéndolo para evitar un golpe o una caída.
3. m. Movimiento del rostro o del cuerpo, o gesto con que se demuestra disgusto o desdén.

Y aun así, esa mujer que hace un rato nomás corría y atravesaba la sala a los gritos, como podía corrió, se dio vuelta —y con los dedos se toca los labios secos, tiene sed pero no recuerda cómo se dice o cómo se pide—, esa mujer que ahora busca en su batón algo, tampoco sabe qué busca o qué tiene en los bolsillos o en el cuello del batón pero hurga, se arregla y desarregla las solapas, pega un aullido de horror por lo que ve, unos siete u ocho viejos y viejas resignados, enfermos, a los que el deseo y la voluntad los abandonaron en la puerta de Doblas 2478, “Por seguridad manténgase cerrada. Gracias. La Administración”. Ahora se sostiene de la manija de la heladerita, mirad cómo la abre de un tirón. Con no se sabe qué fuerza —sí se sabe—, consigue sacar las dos jarras de jugo antes de que la señorita Clara y don Pedro, dueño y director del Hogar, puedan acercársele; vean cómo lanza el líquido helado y de sutil color naranja a los viejos, a la señorita Clara y a don Pedro, al piso y a la ventana, y ríe, se moja los labios por primera vez y se ríe. ¡Compañeros!, ¡El pueeeblo, uniido, jamaaaás será venciiiido!, ¡abajo el imperialiiismo, abaaajo!, ¡la dictadura abaajo!, ¡Pan!, ¡trabaaajo!, Selvita, no te mueras, hijita querida, no me peguen, ¡no me grités, cana de mierda!, ¡a-se-sí-nos, a-se-sí-nos!, ¡la van a pagar!, pasame encima nomás, pasame, a ver.
Luego es llevada otra vez a su silla, la secan con un toallón y desde atrás rodean su cintura con simples tiras de gasa que son atadas, a su vez, a la silla. Mi madre ya no se rebela; mira el techo y se retuerce las manos, se acuerda, ahora se acuerda: pide un Cabsha.
Juana llora, abre su cartera y saca un pañuelo, se lo pasa por la cara. “¿Vos trajiste?”
Le contesto que sí, traje, y de la mochila sale entonces una bolsa repleta de bocaditos de dulce de leche. Como a ella le gustaban, pienso; ahora pienso en pasado, me digo: “Algo dulce viene bien”.
—¿Esto es lo que querías? —pregunto mientras quito el papel que recubre lo que pongo en su boca.


I.G.

6 comentarios:

  1. volví varias veces hoy por si encontraba otro capítulo. qué gran final

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  2. uf, conmovedor! me da miedo volver a leerlo. Gracias por compartirlo

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  3. irene! esto es tan la vida. tanto, tanto. abrazo,s.

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  4. ah, sibila..., Irene

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