lunes, 10 de febrero de 2014

Oda

Úntate cada pezón con miel
y baja el mentón, la lengua,
saben dulces, toca
circularmente cada punta morada, agrietada o lisa
y luego acaricia el vientre, el ombligo,
haz cine o literatura
con la mente pero no olvides los pezones,
la miel, el dedo circular
hazlo frente al televisor mientras te ríes
y te humillas: mastúrbate, abandona,
cuida el clítoris como a la piel de un niño,
escucha el viento que suena detrás
de la ventana cerrada, guarda tu jugo
a escondidas del mundo
y mastúrbate, que tus piernas
comiencen a abrirse y cerrarse
que tu murmullo sea un gemido ronco,
grito agudo en el aire, en el hueco que pide
penetración, contacto,
habla despacio
hazlo en silencio pero gime
aúlla
murmura aunque sea el goce
el rozarse de tu pelo en la almohada
en la alfombra en la nuca,
mastúrbate,
hasta que las rodillas tiemblen,
hasta que caigan
lágrimas y suene esta vez
no un viento sino un timbre
y otro, regular campanilla,
recién entonces
dilátate como en el parto,
húmeda, tu vagina, el tubo que sigue llamando,
levántalo, bájalo,
introdúcelo, y escucha ahora su voz
lejana, ajena,
y cierra tus ojos, su boca
tan adentro.


N. de A.: ésta es la única versión que vale, por ahora, del poema. Irene Gruss
Inédito

1 comentario:

  1. Me gusta. La patente de la masturbación femenina parece tenerla la pornografía,ojalá salga de ese rincón tan poco auspicioso.

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