jueves, 28 de mayo de 2015

Acerca de "Humo", antología personal

Humo

Irene Gruss
Colección eme, Ediciones La Palma, Madrid, 2015
120 páginas
Humo
Irene Gruss
Colección eme, Ediciones La Palma, 2015
120 páginas


Hablar de Irene Gruss es difícil. Es todo un reto. Porque la poesía de Gruss es inabarcable, es una poesía difícil de clasificar, de nombrar, de meterla en alguna nomenclatura o corriente literaria. Hay una especie de resistencia invisible que la hace inclasificable...

Y es que, si Virginia Woolf disponía de aquella habitación propia en la que poder revelar y desvelar un pensamiento feminista en relación con la literatura, y donde se preguntaba en los primeros párrafos qué necesitaba una mujer para escribir, Irene Gruss tiene una voz propia dentro de esa habitación propia en la que también se encuentra. Es la habitación de su mente, una mente independiente y socialmente Gruss. O como diría Margaret Atwood, soy como una habitación en la que una vez ocurrieron cosas... Esa es y no otra la habitación de Gruss, y es una habitación, por cierto, donde convive la ironía (Irene es una gran irónica en todos sus libros), la realidad, la pasión, la tristeza, la tragedia, la alegría, la risa, la crudeza, la metafísica, en definitiva, la dialéctica con ella misma.

Humo es una antología de antologías, y aun así siempre será La mitad de la verdad, ya que toda antología nunca es un todo, sino la mitad de un todo, la mitad de la verdad (título por cierto que da nombre a uno de sus libros).  

Y es que, en Gruss, llama la atención la estructura ósea de algunos de sus títulos: La mitad de la verdad, El mundo incompleto…  Es como si en ella todo fuera, pero siempre junto a su contrario, o lo que es lo mismo, como si nada existiera en su totalidad. Como si nada fuera absoluto y no hubiera unidad. Es como si se moviera en un mundo en el que todo está desfragmentado, partido a la mitad, la verdad... que está dividida en dos mitades…. el mundo… que siempre nos parecerá incompleto. Tanto es así que una no deja de preguntarse si en Irene existe esa tendencia a la desfragmentación... si le gusta jugar con las palabras al escribir, como si fueran dados de la suerte... cambiándolas de lugar, haciendo malabarismos verbales.
Y siguiendo esta senda de títulos, ya en aquella primera publicación de Humo en Argentina, Liliana Díaz Mindurry se preguntaba en unos apuntes sobre esto ¿por qué humo? ¿Acaso era un libro producto de la combustión? ¿Metáfora de la asfixia (ya esbozada en Sobre el asma) del peligro, de la soberbia, de lo vano, del enojo, de la desaparición, de la calidez del hogar, de la sensualidad del acto de fumar?”. O quizá fuera porque es una antología reducida por la propia Irene, condensada, como se condensa el humo hasta alcanzar su aroma; de ese mismo modo en que condensa poemas de diferentes libros, en un solo libro.
Creo que es importante reseñar que la obra de Gruss tiene una presencia personalísima en la poesía argentina de los 80 y 90, que tiene un registro intimista despiadado, que es bella y a veces brutal…, y aquí me viene aquella sentencia que Emily Coleman le decía a su amiga Djuna Barnes: das belleza al horror, ese es tu mejor talento. Y es que, por lo menos para mí, Gruss es un oxímoron, ya que la concibo cerca de esa belleza trágica, la belleza despiadada o aquella causa efecto de Coleman a Barnes de dar belleza al horror.

Menciono someramente algunos temas que considero relevantes en la poética de Gruss y en particular de este libro. Uno de ellos es el tratamiento de la cotidianeidad. Considero que la cotidianeidad en la poeta es clave en su poesía. Es su realidad más absoluta. Ella la tamiza con tal destreza que hace de su obra un diario de acciones, pasiones y pesares, en el que se percibe la presencia fundamental de esto que digo, lo cotidiano, lo prosaico de sus días.

Esto es perfectamente cotejable en muchos de sus poemas. En ellos se ve con qué destreza Irene poetiza sobre la cotidianeidad, o sobre actos tan diurnos o cotidianos como lavar la ropa. Y es que  cualquier acto que lleve implícita la palabra ropa, conlleva una imagen que nos viaja de golpe a la vida doméstica, a lo cotidiano, a la representación perfecta del espacio doméstico: tender la ropa, planchar la ropa, lavar la ropa... Al fin y al cabo la ropa es esa carcasa en la que nos metemos a diario y con lo que hacemos vida. Curioso que en esta antología es una palabra que magistralmente se repite casi una veintena de veces.

Hay una cita de Ezra Pound con la que Gruss antecede un poema titulado “Fue una fiesta” (no está en esta antología pero es interesante reseñarlo) que dice: Es difícil escribir un paraíso / cuando todas las indicaciones / superficiales hacen pensar que debe escribirse el Apocalipsis, mientras que el rezo diario de Gruss, su vida más prosaica pero a la vez más poética, allá donde Irene pone en la misma balanza la realidad más cruda con la cotidianeidad, podría ser este otro verso que sí está incluido en este libro y que por supuesto responde al apocalíptico verso de Pound: Yo estuve lavando ropa / mientras mucha gente / desapareció / no porque sí / se escondió /sufrió / hubo golpes

Aquí está –como digo– el paisaje apocalíptico que vio Pound, respondido por Gruss y donde la poeta aborda el dolor y la tragedia mundial desde el dolor personal, individualizado, centralizado en un solo cuerpo, su cuerpo, un cuerpo que está encerrado en una habitación de planchar o de lavar ropa. Y por otro lado, el acto del lavado no deja de ser una purga, lavar a mano la ropa para la poeta se me antoja como la acción de lavar a mano las palabras.

Otro dato característico en el perfil Gruss son las disciplinas artísticas de las que a veces parte el poema. Las artes en general. Las otras artes. La música, por ejemplo. Cuántas veces caemos en la certeza de que la música es una disciplina necesaria en el desempeño de la labor poética, bueno, en el desempeño de cualquier labor. Sé que Irene inició estudios de música y aunque posteriormente la cambió por la escritura, al final todo es lo mismo, con blogs bautizados con nombres como Casta Diva o El mundo incompleto, o poemas titulados “Solo de contralto” o “Sostenido”, la autora deja constancia de este amor por la música, que por cierto estviaje a españa..  interrene,le la llegada de es la habitaciá patente en toda su poesía.

Igualmente, leyéndola, una se percata de las muchas alusiones que hace al cine. Me pregunto si parte de fotogramas de películas o fragmentos de ópera y otras músicas para desarrollar lo que será el poema (aquí podría entrar esa tendencia a la des-fragmentación de la que hablaba antes, partir de fragmentos de algo para la construcción del poema). También me pregunto si esto fuera así, qué primero, ¿qué llevó a qué?, ¿el propio poema a las artes o esas mismas artes te llevan al poema?

En definitiva, en la poesía de Gruss no hay distracción posible. La poeta lanza un anzuelo cargado de palabras y sale a pescar lectores tras lavar y tender la ropa.

El tono es otro tema muy importante en Gruss. Mirta Rosenberg ya nos habla magistralmente de ello en la contratapa del libro y nos dice:

De entrada, Gruss nos mete en su casa: en su cuerpo, en su yo poético, en su tercera persona que de todas maneras es siempre primera  y donde nos quedaremos hasta el final del libro. Los poemas compuestos en verso libre, libérrimo, sugieren tanta coherencia y unidad como si fueran perfectas formas cerradas, pero personales. Es la respiración Gruss, el énfasis Gruss, el encabalgamiento Gruss, puestos al servicio de (en sagrado matrimonio con) sus objetos. Condensada desde el primer libro, enemiga de la dilatación, de la dilación, la sintaxis poética se va haciendo cada vez más compleja, dada a la repetición enfática y exitosa, a citas de poemas anteriores, de ideas anteriores que ahora se desdicen pero nunca del todo, porque Gruss sabe qué hacer con la ironía tanto como con la emoción.

Un tono que va cambiando dependiendo del libro que leas...  ella utiliza el tono adecuado para cada propuesta poética...

Alicia Genovese, por ejemplo también vio en Gruss ese tono en La doble voz, una voz que según ella expresaba en un mismo gesto el silencio y las palabras, la interioridad femenina y el discurso que se revelaba.

Y en palabras de Gruss el tono de Gruss sonaría así (le pido que nos lea este fragmento de poema...  y digo fragmento por aquello de nuevo de la mitad del todo):

Mi voz dice lo que no quiero decir, mi voz tiene otro tono, lo que quiero decir no lo dice, dice otra cosa. Lo que no digo a veces lo dice mi voz o el silencio, el mío, lo dice pero no se entiende. Mi voz larga un ruido grave, un comentario gutural, casi sin voz. Mi voz no escucha lo que digo. Yo escucho a mi voz decir otra cosa. Lo que no digo no puede oírse, y eso es lógico. Cuando mi voz lo dice a veces, el tono suena desligado de mí, el sonido, el tono es otro. Lo que quiero decir no se escucha. Mi voz no habla, semeja un tono cansado de sí, del otro tono que no dice más que un comentario, grave, baja mi voz cada vez que escucho, sordo el sonido de lo que digo a veces en un hilo casi al otro casi, una sola vez que diga lo que no quiero, mi voz, oír. ...

Y es que para Irene, la palabra se vuelve espacio, se vuelve lugar: "Estoy lejos de la palabra", a veces la palabra es acción: "las palabras / cambian las cosas //”, y otras veces, ficción: "Creo en lo que dicen las palabras, / no en lo que son. Por eso / me miento a mí misma" .

Y luego está el lenguaje, que en Gruss se vuelve un ser, como diría Maurice M. Ponty, el lenguaje, antes que un objeto, es un ser… o como mantendría Lispector, cuando decía.... lo que se escribe no es para leer sino para ser. Ese es para mí el latido Gruss.

Nuria Ruiz de Viñaspre

Casa de América,  Madrid, España, 10 de marzo 2015. 

lunes, 25 de mayo de 2015

Cierro los ojos

La sombra del objeto cae sobre el yo.
Sigmund Freud

"Cierro los ojos y no recuerdo mi rostro. ¿Te conoces a ti mismo, tú?" –la redundancia no es tal. La que habla es un clon, un recuerdo, algo por el estilo. Una invención de Stanislav Lem que pasó a Andrei Tarkovsky y llegó al televisor, precisamente hoy que no me he mirado al espejo.

Inédito

sábado, 16 de mayo de 2015

He viajado

Su voz suena con el mismo tono de quien dice yo amé,
o no amaré más, toqué esas piedras del siglo IV a.C,
caminé la ciudad entera amurallada en defensa de un aljibe
semejante al tener, amurallado, aquí estuve, no estaré más,
he vivido, una certeza tan ambigua o improbable, ¿de verdad
has estado allí o acá, de verdad has amado?
Y ahora suspira y deja ir
el aire, el humo del cigarro, cree o finge estar seguro,
y con el mismo tono dice que ha vuelto, que ha llegado, que trajo regalos para todos.

Inédito

domingo, 3 de mayo de 2015

Rima interna

Hombre oscuro, he rozado tu yo
hasta quedar aplastado, abierto en cruz sobre la cama;
sale una leche acuosa de vos, un resto blanquecino y
mortuorio: no me das pena porque ha sido
excesivo el trabajo de rogarte, regar, rozarte
hasta el letargo. ¿Dormirás ahora o extenderás ese pie que cuelga y precisa apoyarse en algo, vacío como estás, dejado?

Inédito