martes, 30 de noviembre de 2010

Nada la nada la trascendencia lo que queda es la obra

HOJA EN LA TORMENTA
Un relato no necesita heroínas.
Mónica Tracey

No me vengan a hablar de
desolación, una hoja en la tormenta
hoja infante, de quién va
a cubrir a esta hoja –no de papel, no de tinta–
ni hoja pequeñita, desvalida en
la tormenta. Arrecia, arrecia
tempestad, lastima
ya no la raíz, la nervadura,
marca que carga la hoja
como genealogía o simple adorno. No
me vengan a hablar de fortaleza, firme la caída
el vuelo hacia arriba hacia abajo
el concienzudo tocar tierra (ni siquiera
fondo) de la hoja. No me vengan con
el gris dorado verde
de la vida, pavana para una hoja, corcel
que va a salvarla, no me vengan a hablar de
la canción de la intemperie, de que de esto
se trata ni vengan a decir, declinar
en subjuntivo la memoria o la falta,
ni a clamar declamando la hoja se cae por sí sola,
arrecia tempestad, fulmina de una vez
con la luz la electricidad
de un rayo, arde de impaciencia el objeto
aquí tomado, ardería aún más si
algo –un roce– pero no, la hoja
elige no me vengan a hablar
de destino pagar caro el precio la responsabilidad (largo
invento)
la omnipotente la débil como una
hoja en la tormenta ni mencionen al viril
árbol que muere de pie, ella ha visto caer
árboles hojas sostenerse de la nada desprenderse
ahora sí de la raíz de la razón del sexo
tiemblen ciudadanos, nunca de la historia
el mundo alrededor y ella no en el centro,
quizás en el borde, andar doble filo doble juego
de la hoja
haciendo –mal gerundio– mal y bien
cortó el pan y la carne no me vengan a
hablar de
inocencia, más quisiera la infanta
ni vengan a decir
la perdida o
la que perdió ni
se sufre se sufre demasiado
no vengan a bailarle encima ni a
quitarle el baile, bamboleo embriagador,
faltaba el amor, no me vengan
con el cuento hoja en la
tormenta, arrecia la furia
la iniquidad el asombro no vengan con
que de esto no se habla con que de esto
ni hablar no me vengan con el sol
otra vez y aquí no ha pasado
nada la nada la trascendencia lo que queda es la obra,
el devenir circunstancia causa-efecto ensayo-error
de la hoja
qué le pasa qué pretende
por qué no lo consigue no me vengan
a hablar no me vengan a hablar
la hoja es
una hoja, suave
objeto, tema
con tormenta.


De Solo de contralto (Ed. Galerna), recopilado en La mitad de la verdad, bajo la luna editorial, 2008.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Levanten las reposeras, los detalles

EL RITO



Levanten sus cosas,
sus muslos firmes, el canasto cargado
hasta el tope, todo para mantener
el agua fresca y caliente la leche,
todo guardado fuera de lugar ya;
cubran a sus niños del frío
y del ocaso,
levanten las reposeras, los detalles,
y dejen hablar al mar conmigo.
Las várices de las viejas
sufrientes o luchadoras o satisfechas
por lo que han hecho al cabo con sus vidas,
recójanlas
así como los hombres recogen menudencias
de su mediomundo,
esos que pescan con red,
y los bravíos que llevan el sedal lejos, lejos;
levanten,
hombres morenos de vellos tan rubios, las carpas,
aten las sogas con un lamento parecido a
hoy no me he hecho a la mar, tampoco hoy, y dejen hablar
al mar conmigo.
Chicos aturdidos por su rutina sonora,
levanten sus juegos, miren una vez más hacia la playa,
vuelvan,
vuelvan al hogar,
a la monotonía, a los detalles.
Parejas silenciosas, levántense a caminar,
a que la luna corrompa
la boca de cada cual, el pecho de cada uno,
hagan que las aguas por fin se abran,
como si nada,
levanten y huyan
amable, cuidadosamente
del ocaso,
de la espuma estéril que queda en la orilla,
y dejen conversar al mar conmigo.


De La dicha, recopilado en La mitad de la verdad, bajo la luna editorial, 2008.

viernes, 26 de noviembre de 2010

La mañana era siempre igual

ERA


Yo era la que dormía
y despertaba
con un hombre no a mi lado
sino en mi cabeza.
Ellos levantaban la persiana y me
hacían renegar por los rayos
del sol, cuando era de día, o
por lo tarde de la hora,
cuando las hojas del tilo rechinan
y agrietan entonces el aire.
Yo me dormía pensando en
la cara y el gesto
del próximo hombre, y éste
no llegaba nunca ni se atrevía
a golpearme la puerta.
La mañana era siempre igual:
desinfectaba los delirios nocturnos
suavemente, y amontonaba
ecos, almohadones desamparados.
***
***
CARNE PARA LOS LOBOS, SÍ

Mujer indómita
da de comer al mito
pero no al mutón
Tira
tu carne al río
pero no dejes
seña, a lo sumo
un redondel morado
en su nuca.
Y hazlo tranquilamente,
arde húmeda, bruja
imperfecta
Y cuida que no te usen
ni ángel ni endemoniado
(ah gozosa, pacífica)
como carne de cañón.
***
MUJER IRRESUELTA


Yo quisiera, como Gauguin, largar
todo e irme,
dejar mi familia, la no tan sólida
posición
e irme a escribir a alguna isla
más solidaria.
Esa tranquilidad de Gauguin,
permanecer en una isla
tan calurosa, donde las mujeres
escupen resignadas
carozos de fruta silvestre.
**
De El mundo incompleto (Ed. Libros de Tierra Firme, 1987), recopilado en La mitad de la verdad, bajo la luna editorial, 2008

martes, 23 de noviembre de 2010

POEMAS EN CASA

POEMA

El sol cosquillea en mi nuca.
Estoy lavando de espaldas
al sol
y de repente
sonrío
porque el sol cosquillea en mi nuca.
***
PALOMA GRIS

Una paloma gris acaba de mojar su cabeza
en el charco de agua.
En el charco se ven las hojas
de un árbol, que titilan,
pero no el temblor
ni las plumas empapadas
de la cabeza de la paloma.
**
De La luz en la ventana, recopilado en La mitad de la verdad, bajo la luna editorial, 2008

domingo, 21 de noviembre de 2010

Se ha inmiscuido un ente otro

Hari


Aquí, Tierra, desde la nave,
algo extraño sucede
aquí Solaris, sí,
se ha inmiscuido un ente otro,
llamémosla así. No hay manera, no, se lo ha intentado todo
pero vuelve. Así es, de la nada
insiste en preguntar ¿qué tengo,
Kris?, ¿no estoy,
no soy? Eso pregunta, aquí, cambio,
mil veces arrojada al magma
y su chal sigue ahí, sobre una silla. ¿Ella?, también lo ha intentado
todo pero ¿por qué juzgáis
lo que soy?, eso dice, aquí Solaris, te amo,
Kris, sí, desde la nave,
Kris.

*Hari: personaje de Solaris, de Stanislav Lem y del film homónimo de Tarkovski.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Y él rió

La esclava del amor


¿Sabéis lo que sois? Unas bestias,
desde aquí os veo. ¿Adónde llevan estos rieles,
qué he hecho yo sino aburrirme, decir mi parte
en esa tonta película? Al llegar a Moscú
cargaba miles de flores en mis brazos.
¿Sabe lo que es usted?,
dije aquel día en que lo balearon, ah, su rubio mechón al viento,
¡un bolchevique!
Y él rió, y lo amé.

Basado en La esclava del amor (1976), de Nikita Mijalkov

jueves, 18 de noviembre de 2010

Hay para comer

La hormiga



Venía invierno,
y me propuse cargar
la hoja brillante o seca
para guardar haber; era esbelta,
sostuve la hebra
o el bulto incomprensible de llevar,
tenía el para qué, tracé
caminos para ir y
volver, e ir de vuelta,
verdes brillantes,
hojarasca, todo para qué,
invierno venía.
Ahora estoy aquí, guardada,
aterida, recuerdo la luz,
la carga, la alegría de llevar y
traer,
y el agobio (por qué habría de extender
sus alas la mariposa de un día –dijo en voz alta
la hormiga).
Invierno vino.
He traído hasta aquí hojas,
hay para comer,
la tierra está fría y húmeda,
puedo tocarla,
estirarme en el alivio
o tiritar.

De La dicha, recopilado en La mitad de la verdad (bajo la luna editorial), 2008

sábado, 13 de noviembre de 2010

Ahora dice que ve

i

Caminaba siempre de su mano.
Lo abandoné.
El lazarillo tenía –siempre–
otro punto de vista.
**
ii

La calma en un ojo,
la ira en el otro ojo. Extraña
observación
de un hecho.
**
iii

Ama la nitidez
con que ve texturas.
La contradicción es seria:
¿por qué no toca?
**
iiii

Edipo hundió los ojos
de su madre. Desde ese día
los dos caminan por el mundo
abandonados.
**
iiiii

El contraste: la pasión
de Heráclito.
**
iiiiii

Absoluto: una mirada
incompleta.
**
iiiiiii

Nauseabundo el mirar
sólo carroña.
**
iiiiiiii

Quién dijo que la ceguera
aquieta. Que ver las cosas
calma.
**
iiiiiiiii

El dolor ve.
La alegría ve.
Ninguno
oculta.
**

El ciego descubre
que le han mentido. La luz
no estaba aquí,
el color no era éste.
Lo supo por desilusión
y olfato. Ahora
dice que ve. Y tampoco es cierto.
*
De En el brillo de uno en el vidrio de uno (Ed. La Bohemia), recopilado en La mitad de la verdad, bajo la luna editorial, 2008.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Tampoco eso

Qué daría por que me tomes de la mano


¿Cuando me vi los ojos por primera vez sin brillo,
apenada porque era un fin,
como un ramalazo en el aire, un aire, el verano? No, no eso.
¿El día del claro en el bosque, la premonición, ese no ir a un bosque?
Tampoco, no.
¿El cuello de mi vagina como un puente, cuando sale, expulsa de amor
el hijo que grita, y llora, respira?
La vez que me perdí en un orgasmo estrepitoso, hacia la nada,
por fin esa nada.
Cuando llevé las cenizas aún tibias
y abrí la cajita, dejé que flotaran sobre un río sucio una mañana sucia,
ni siquiera hubo un viento que las acariciara así volando cayendo sobre el agua, eso que amaba.
Tampoco, no podría.
¿El mediodía en que dormí sobre la duna?
Tampoco eso.
**
Inédito

lunes, 8 de noviembre de 2010

Por favor no sufran más

MUTATIS MUTANDIS

Por favor no sufran más
me cansa,
dejen de respirar así,
como si no hubiera aire
dejen el lodo, el impermeable,
y el vocabulario,
me cansa,
la mujer
deje de tener pérdida     ese chorro sufriente,
los padres dejen el oficio de morir,
el daiquiri o el arpón
en el anca, y aquel perfume matinal,
la Malasia,
y el Cristo
solo como un perro,
y al amor como
un fuego fatuo, y a la muerte,
déjenla en paz,
me cansa,
(¿algo ha muerto en mí?:
tanto mejor).
Así que,
valerosos,
amantes,
antiguos,
huérfanos maternales que acurrucaron
al mundo
después
de la guerra,
dejen el rictus,
oigan
y despídanse,
por una vez
sin grandeza.
De El mundo incompleto (Libros de Tierra Firme, 1987), recopilado en La mitad de la verdad, bajo la luna editorial, 2008.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Dicha mía, ríete

Atrévete a reír
dicha mía, ahora que la ironía
canta otra vez: nunca es
mañana digo basta; hoy es
este repetir el son,
el tin de la campana:
he cometido un grave error
(dicha mía, ríete): he amado
sin dejar al otro decir
algo sensato,
he amado sin el otro, sin
permiso, por favor, aquí todos
se mueren de amor,
ríete dicha mía. Has cantado
cuando el cisne hundía su cabeza
en el lago y volvía a levantarla,
soberbia, empapada de un agua que no es
más que efímero espejo;
déjala correr así tu vida sigue,
déjate reír así,
olvida el ruido del agua.

Para Eduardo Mileo
**
De La dicha, recopilado en La mitad de la verdad, bajo la luna editorial, 2008.