sábado, 12 de noviembre de 2011

Pasaje

Es un gran pintor Ezra, dijo el tío, sólo
que cuando el pincel está ya sin pintura
no vuelve a la paleta, lo aplica seco,
pincelada tras pincelada, seco como el río
de sus sueños (...)
Jorge Aulicino

Cuando ya no importe
el cuerpo, la humillación,
la flojedad de un pensamiento
desnudo, humillado como el cuerpo,
y eso que percute y que todos llaman deseo, mi Dios,
¿existe palabra así prosaica o ruin? Cuando no importe el sentido,
raspa la tela del sentido un pincel seco,
nada más que cerda, restos del pincel
que raspan una tela, vacía, por fin, he llegado al blanco absoluto,
al defecto.
Cuando no importe,
ni siquiera alcance ni
impresione, mucho menos esto
que algunos creen la flor de la expresión,
Dios mío, qué será eso
sino apenas la burla
o la oquedad de algo parecido
a hemorroides, estrías, agua bajo el puente,
humillación, decía. Y no importe
la luz,
nada menos que la luz,
era de día y holgazaneábamos
mirando el cielo entre las copas de los árboles,
abedules en cine ruso; soviético, para ser clara.
Y no importe evidentemente la historia
o el dolor de la historia
o los hechos en sí,
sin perspectiva,
como esa tela raspada, violentada
por un pincel seco, olvidadizo,
a cubierto de la repetición
y del miedo
a morir, a que mueran, a
los que murieron sin mí,
y a que los viven sin mí, o cómo puedo estar
sin los que viven, y ya
no importe el color de la cortina, su revoloteo,
eso que pasa no importe
porque no importa el cuerpo
lineal en cada cosa
sobrentendida, sin lucha,
casi perdida o humillada. Y el pasaje no sea mensaje.

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