XII
Rígida como es,
no acepta tanto punto
de vista. Pareciera
que se marea: chorrea la tinta
o el pincel: la pared
limita: estoy
hasta acá, dice, y muestra el borde.
***
XIV
Y de repente la lluvia, a lavarle la cara al suelo seco,
a asombrar de agua
el cielo.
(y una mira la pared y pregunta
de qué hablas, mariposa,
oye el trueno. ¡Calla!)
***
XV
Cabeza muerta la pared,
Echo cal viva sobre esa cabeza
Adiós adiós el pensamiento o la flor
Allí enredada, la hojita
Que titila y se aferra al viento.
No digas más. No digas nada.
**
De La pared, inédito
[tanto a palavra como as suas pausas, entranham-se na solidão da pele que se desgasta na palavra, em cada uma de todas as nossas paredes]
ResponderEliminarum abraço,
Leonardo B.
Gracias, Leonardo; Irene
ResponderEliminarLa palabra de la poesía puede pedir silencio al pensamiento. Y es una especie de vergüenza nueva, una que no es moral, sino bella como la nada que no requiere de explicación.
ResponderEliminartu poesía, Irene, seduce mis sentidos... y mis muros.
ResponderEliminarun abrazo, y gracias.
Gracias, Bibiana. Sin palabras, Irene
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